3.3.09

La cara y al cruz de la fiesta del Carnaval

Un año más la celebración del Carnaval en nuestro colegio ha buscado el encuentro con la comunidad educativa, irradiar la alegría de los niños por el pueblo, poner la nota graciosa y simpática de sus disfraces y de su espontaneidad.
Un año más ha supuesto también, el desorden, la tensión y la preocupación de los profesores por una situación en la que son incapaces de mantener el control de sus alumnos, de los que en ese horario son responsables.
Se produce esta situación, porque en ese día, que es un día lectivo más, con una actividad escolar más, parece que todo se altera y se dan situaciones que no ocurren en otros momentos del curso.
Padres, familiares, vecinos, amigos, que sacan a los niños de las filas para hacerles fotos, ver lo guapos que están, darles un beso o un achuchón, rompen el orden establecido por los/as profesores/as, se meten entre las filas y hacen casi imposible el control de los alumnos.
En ese estado de confusión y tensión para los profesores, hay quienes no esperan al final y se llevan a sus hijos, unos se lo comunican a los profesores, otros no, pero tanto en un caso como en el otro suponen una angustia para el profesor, que no sabe si va a recordar, quiénes y cuándo, le han dicho, a salto de mata, que se llevan a sus niños.
Cada año hay un grupo de profesores, que pasan un mal rato, ante la inseguridad que este desfile supone para sus responsabilidades profesionales y cada vez son más los que piensan que habría que realizar este desfile dentro del centro, en el ámbito escolar, entre los profesores y los alumnos, con el fin de garantizar un control de la seguridad de los niños.
Podemos estar asistiendo a los últimos momentos de una fiesta colectiva, abierta y participativa si no tomamos conciencia y no nos implicamos para hacer que se cumplan unos requisitos, que sin ser nada del otro mundo, si son imprescindibles para mantener unos mínimos, que garanticen el movimiento organizado de más de 300 alumnos en condiciones de seguridad.